CUENTOS MEDICOS

SALIDA A ANEXO

Es un día como todos, cuando de pronto, una voz irrumpe la inusitada tranquilidad del trabajo dentro del Centro de Salud. Es de madrugada, una persona toca la puerta y despierta al cuidante.
- ¡Buenas noches, amigo abra por favor!
- Dígame señor qué ha pasado
- Es mi padre, estaba con tos y ahora no puede caminar, respira rápido y ha escupido sangre. -Responde un joven de mediana edad, visiblemente cansado.
- ¿Y dónde vive?
- Vivimos en Ccalhua, me he venido en el “Trebol”
- Vaya, tenemos que llamar al médico. Espere un momento.
El guardián saca su chompa y acude presuroso a buscar al médico que recién hace unos días había llegado de Arequipa.
Durante el camino, se lamenta de la mala suerte del “doctor” recién llegado, En su mente recuerda que muchas veces antes había visto cómo los profesionales de la salud, estaban casi listos para todo, y pareciera que había una tradición de resignación y sacrificio al venir por esos lares...
Al aproximarse al cuarto del médico, el sol ya quiere darse a conocer y despunta el amanecer como todos los días pero con un detalle...
Toca la puerta con discreción pero con firmeza.
- Doctor, doctor despierte por favor, hay una emergencia.
No sabemos en  qué estaría soñando el médico serums, pero en fin, sólo puede relatarnos el guardían, Darío, que así se llamaba, que escuchó un golpe seco, producto quizás de una mala posición al dormir y al levantarse de la cama de una manera tan intempestiva. Todavía adormilado, restrega sus ojos para aclarar la visión, y se asoma a la puerta de la habitación.
- ¿Buenos días, que ha ocurrido?
- Un paciente  que está grave en el anexo de Ccalhua, ha venido su familiar  a  avisarnos.
- Bueno, ahorita voy. Vuelve a decirle que ya voy, y llama a la encargada de los  medicamentos, por favor.
Mientras se cambia de ropa y se prepara para salir al frío que en los últimos tiempos había aumentado, producto tal vez de las lluvias, piensa en lo mucho que su vida estaba cambiando durante su permanencia en el Centro de Salud. Todavía no había salido  a algún anexo del lugar, por tanto, esperaba ir con alguien conocido. Su esperanza no sería defraudada ya que, la enfermera estaba dispuesta a salir.

Al llegar al Centro de Salud, se encontró con una joven de aspecto fatigado y ansioso, de unos 25 años de edad aunque aparentaba más, tras los rasgos duros y puntiagudos que vivir en lugares altos otorga, vestía con la ropa del típico "llamero", con una soga atravesada por la cintura y tronco…
- Buenos noches, señores. Cuéntenme que ha pasado...
Lentamente las palabras parcas y entrecortadas de Isidro, el hijo del enfermo, alimentaban la impresión que el médico se iba formando de lo sucedido. Esta situación no me huele bien –pensaba- espero que no sea nada quirúrgico. Bien, pongámonos en marcha!
Alista su mochila, con las ampollas y equipo necesario. En eso, llega la enfermera Aymé que ya llevaba más tiempo en esa zona.
Que ha pasado Luis, porqué tanto alboroto?
Es una emergencia, una paciente de un anexo, un señor de edad, que aparentemente tiene un problema pulmonar, le he dicho que debieron haberlo traído, pero en fin, mejor vamos a verlo, mejoramos su ventilación y le colocamos la primera dosis de antibióticos.
De acuerdo, no parece algo fuera de lo usual.
Además, según me cuenta parece haber sufrido una tuberculosis hace unos años con tratamiento completo, pero conoces que las secuelas pueden ser importantes, eso explicaría la hemoptisis.
- ¿Ya has preparado todo?
- , revisemos a lo mejor me falta algo.
Coinciden en lo que es necesario llevar, y ambos, médico y enfermera parten rumbo a Ccalhua,
Inician el camino por la carretera haciendo cortes en donde podían, al comienzo conversaban sobre el camino, y las costumbres del pueblo, luego a medida que la geografía se hacía más y más agreste, la disnea iba silenciando las palabras.
Aymé, la enfermera, miraba con cariño al nuevo médico, se notaba que quería trabajar y su entusiasmo inicial la tranquilizó. No siempre el ánimo era bueno entre los médicos, y cuando pasaba el tiempo había muchos que les costaba acudir a las emergencias con todas sus facultades.
Por su parte, Luis, pensaba solamente en el paso siguiente que ya le empezaba a hacer más duro, al mirar a la enfermera se animaba saber que ella mantenía el paso firme, y de su disponibilidad para salir. En mi casa todos deben estar bien-pensaba Luis- Aún me falta recibir el cargo-pensamientos desordenados invadían su mente.
Llevadas dos horas de camino, la carretera se hacía menos clara, espinos y rocas, reemplazaban los arbustos y árboles enanos. La tierra se hacía arenosa, y oscura. La ceniza volcánica dibuja un surco que separa uno del otro. Se miran y ríen. Pasado el trecho de ceniza, se acercan.
¿Qué tal vamos?-pregunta el médico
-Bien, por supuesto, todavía falta más de la mitad. Guarda tu aliento.
El camino se vuelve más tortuoso, y a la vez bello. Cruzan el riachuelo saltando entre las rocas haciendo equilibrio, las montañas rodean todo con su imponencia, parecen tristes y olvidadas, esconden tesoros y historias de tantos hombres y mujeres que la enfrentan diariamente ante el reto de la subsistencia.
Al llegar a una pampa después de una ardua subida, observan una manada de auquénidos, ataviados con adornos de tela a semejanza de orejeras.
¡Mira qué bonitas se ven!-exclama la enfermera-que ya estaba sintiendo los estragos de la larga caminata.
- Es verdad- murmura el médico- se ven graciosas. Debemos estar cerca.
- Solo falta subir esta cuesta y listo- replica Aymé. Vamos
Suben ambos la última cuesta a paso firme, luego de cinco horas aproximadamente, el ácido láctico ya se encuentra provocando el cansancio muscular y ese dolorcillo incómodo. Cada paso que Luis daba, resoplaba, y lo sentía. Espero que el paciente esté bien-pensaba.
Cerca de las 10 .30 a.m. unos hombres los divisaron a lo lejos y corrieron a su encuentro. Los condujeron a la casa rústica de piedra y barro, con techo de paja, en la que estaba el paciente.
Luis entró a la casa saludando a todos con un gesto. No sabía nada de quechua, pero por suerte, el hijo del paciente era bilingüe.
Luis procede a examinar al enfermo, mira su  rostro disneico, sus conjuntivas pálidas, su mal estado de nutrición. Rastros de sangre seca en su chompa. El paciente mira con sus ojos cansados al médico joven, Luis lo mira con ternura y pregunta al hijo:
¿Desde cuándo esta tosiendo con sangre?
Hace una semana, nomás.
Pareciera que ya va un tiempo así, tráigame Ud. por favor todos lo papeles de las consultas o tratamientos que tuvo
Saca su estetoscopio para auscultar los pulmones, mientras la enfermera toma la presión y el pulso. Registra 80/40 y 100 por minuto, Luis. –concluye Aymé.
Luis se concentra en los sonidos respiratorios del paciente. Sus sospechas parecen hacerse más fuertes. La frecuencia respiratoria es anormal –anota.
Colócale la vía, por favor, Aymé-ordena Luis. Mientras tanto prepara una dosis de Penicilina G sódica  más Gentamicina  para inyectarle endovenosamente al paciente en cuanto la vía esté colocada. Al terminar los procedimientos médicos, Luis se sienta a pensar por un momento que debe hacer ahora y expresa:
-Alguien tiene que bajar al pueblo para  pedir apoyo a alguna camioneta. El señor tiene que ser internado en el Centro, pues tiene un problema serio del pulmón.
Un murmullo se oye en los familiares. El hijo del paciente conversa con ellos. Entonces, uno se para y sale de la vivienda.
Luis pregunta a Isidro en que quedaron. El joven que salió va en busca de ayuda, sólo que demorara un buen tiempo, pues va caminando.
-Nadie puede prestarle una bestia- le pregunta Luis a Isidro. Éste parece no oírlo.
Ante la situación que enfrentaba Luis no había sido preparado, el sabía diagnosticar y recetar con cierta destreza, pero los problemas sociales no siempre le habían interesado, máxime la vez que participó en una protesta estudiantil por una supuesta denuncia de fraude en la elección del tercio estudiantil. Luis vivió casi siempre ajeno a la realidad que lo rodeaba, amparado en sus amigos, y bajo la tutela materna, no tenía mayores dificultades económicas y hasta se daba el gusto de salir una  vez por mes a alguna discoteca local para brindar alegremente con sus nuevas amigas.
Dado que el joven que había ido en busca de ayuda, no llegaba. Luis pensó que lo mejor sería ir a pesar del sol ayudado por algunos jóvenes, que en principio, se negaron a ayudar al paciente, pero al final, aceptaron teniendo como condición que Isidro les daría para su alimentación y alguna propina.
Apenas se disponían a salir, una camioneta anunciaba su llegada al anexo. Era el chofer del alcalde Juan que por fortuna se encontraba en el pueblo, y había autorizado la salida del vehículo a la emergencia sin demora. Luis agradeció con todo el corazón al destino y procedió ayudado por el chofer a trasladar al paciente hasta la camioneta. Subió junto a la enfermera y partieron con Isidro y su madre. No podía dejarla sola.
Llegaron al Centro de Salud en una 1 hora. Salieron a recibirlo las técnicas del establecimiento Marizol y Jady. Acostaron al paciente en la cama de hospitalización, mientras Luis terminaba de llenar la historia clínica. Era hora de almorzar. En eso Aymé llama a Luis desesperadamente.
El paciente murió a horas 2.00 p.m. Luis nada pudo hacer ante el cuadro de una enfermera que trataba de lateralizar la cabeza del paciente para que pueda respirar.
Isidro estaba consternado, y su madre enterada de lo sucedido entró en crisis emocional. Habían hecho lo que podían por él. Pero la pobreza y la ignorancia cuestan más de lo que debería costar.
Dado el fallecimiento del paciente, y como se tenía una causa presuntiva de muerte, Luis tenía una idea de porque murió. Las gotas de sangre de las fosas nasales del occiso develaban una hemoptisis severa. La policía sin embargo, solicitó la necropsia de ley, pues había aparecido otro hijo del fallecido, que acusó de una mala atención médica y descuido del hermano.
Ante el documento no quedaba más que proceder a la necropsia, pero ya que era muy tarde y no tenían luz en la morgue, decidieron realizarla al día siguiente muy temprano.
Esa noche, Luis durmió triste, recordó a vez que un paciente suyo cuando era interno falleció ante sus ojos, el remordimiento de haber podido hacer algo más lo tenía intranquilo por un tiempo, algo que pensó ya había superado.
En la mañana muy temprano, se presentaron los familiares y el policía. Luego de las coordinaciones del caso, entraron a la morgue el médico, la enfermera, la técnica, un policía y Isidro, el hijo del fallecido.
Procedieron según el protocolo a desvestir al paciente, y anotar las observaciones. Consiguieron una sierrita para abrir el tórax que era la parte que más interesaba a Luis de examinar detenidamente. La luz matutina y el olor fétido del cadáver contrastaban esa mañana. El policía miraba horrorizado ya que era su  primera vez  en una necropsia.
Luego de examinar abdomen, Luis procedió a abrir el peto esternal con la sierrita. Extrajo el corazón primero, de color rojo oscuro y en sístole. Al intentar extraer el pulmón derecho una sensación como la mantequilla lo hizo retroceder un poco para examinar cuidadosamente, el pulmón estaba destrozado y hemorrágico, el parénquima había perdido totalmente su estructura, convirtiéndose en una masa frágil, que se deshacía entre los dedos del guante de Luis, el otro pulmón conservaba su forma, el lóbulo inferior de color rosado intenso y con puntos negros, el lóbulo superior estaba notablemente agrandado, empastado y con manchas oscuras circulares en su superficie, al corte  salieron burbujas con un líquido viscoso y sangre. Cortaron los bronquios mayores y la traquea en la carina, extrayendo sangre y coágulos. Terminaron la necropsia media hora después y Luis entregó el informe.
Esa tarde, mientras almorzaban, Aymé preguntó  a Luis:
-Entonces de qué murió el paciente
-El diagnóstico fue de asfixia por aspiración, neumonitis aspirativa. Dada la historia del paciente, las secuelas de la tuberculosis lo llevaron muerte.
-¿Crees que se hubiera salvado?-replicó Aymé
-Tal vez en un lugar con más recursos se hubiera podido extraer el pulmón malogrado, antes de que suceda la hemoptisis, o tal vez se hubiera podido hacer un mejor seguimiento del tratamiento, o tal vez se hubiera diagnosticado precozmente, y además quizás nunca se hubiera enfermado de tuberculosis de haber tenido una mejor nutrición y condiciones de vida.
Pero éstos eran temas que no tienen solución en la mente de muchos profesionales y por consiguiente nunca lo tendrán. Luis apuró el lapicero para mandar el informe. 

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